miércoles, 7 de julio de 2010

Fundamentos para la psicología según Davidson

MENTE, MUNDO Y ACCIÓN de Donald Davidson.

Introducción y traducción de Carlos Moya; Paidós, Barcelona, 1992. 161 págs.

Sin duda la filosofía de Davidson ocupa un lugar central de la filosofía presente. En esta edición, traducida e introducida ampliamente por Moya, se recogen cinco ensayos de Davidson que dan una visión general de su pensamiento. La brevedad de los escritos permite la formulación clara y rotunda de los problemas epistemológicos a los que se enfrenta, y sobre todo permite un recorrido de las claves interpretativas davidsonianas evitando los problemas metodológicos y casi siempre de poca importancia que caracterizan un tratado filosófico. Los temas centrales de los ensayos repiten los motivos fundamentales de la filosofía actual: la acción y la mente tanto desde una perspectiva epistemológica como ontológica.

El mito de los subjetivo, el primer ensayo de la serie, es una declaración de la naciente filosofía contemporánea, entre cuyas filas se introduce el propio Davidson, que constituye una impugnación del dualismo sujeto-objeto heredado del representacionismo cartesiano. A juicio del autor este rechazo delinea "el cambio más prometedor e interesante que está teniendo lugar en la filosofía actual". Desde una crítica a la epistemología naturalizada de Quine Davidson argumenta contra una pretendida mediación entre una experiencia neutra y un esquema conceptual (fuente de evidencia). La negación de entidades mentales evita por otro lado los escepticismos modernos fruto de la imagen de la mente como un teatro en el que el yo consciente contempla las sombras sobre un muro.

De la subjetividad queda saber que hay posesión individual abriéndose en un campo público. Tal posesión implica los patrones compartidos de verdad y objetividad, temas que se aparecen en el segundo de los ensayos Verdad y conocimiento, una teoría de la coherencia. La negación de un intermediario, clave importante del pensamiento del autor, lleva a la sabida formulación de la verdad en forma de coherencia a través de la rectificación a la traducción radical quineana por la interpretación radical. En este ensayo se critican, una vez justificadas las creencias sobre una objetividad pública, el escepticismo global sobre la verdad de nuestras creencias y el relativismo cultural.

De la misma naturaleza es Engaño y división, un estudio sobre la naturaleza de la creencia a partir del análisis del autoengaño. La conclusión es tan sorprendente o tan paradójica como lo es la base sobre la que se sustenta la doctrina davidsoniana. La tensión entre la imagen de la mente como racionalidad interpretativa y causa física de la acción se haya presente en los dos últimos ensayos, El conocimiento de la propia mente y Las condiciones del pensamiento en el debate que nunca abandona entre la autoridad de la primera persona y la interpretación desde la tercera persona. Se hace patente desde los supuestos que acompañan a la investigación del conocimiento de la propia mente que Davidson pretende una aproximación objetiva de los estados mentales mediante un énfasis en el intento de explicación de las acciones ajenas que no puede llevarle a la negación de la primera persona. Es en este punto donde queda al descubierto lo que él mismo ha llamado el monismo anómalo: el modo de hacer compatible una visión naturalista de la mente con una defensa de su racionalidad. La mejor explicación de este singular monismo se encuentra en palabras del mismo autor en su definición de coherencia: "Mi lema es: correspondencia sin confrontación".

De gran ayuda resulta el sintético y amplio estudio introductorio de Moya, no sólo por su claridad explicativa sino también por poner en contexto histórico un pensamiento tan difícil de delimitar como es el davidsoniano. Su carácter paradójico encuentra sentido en este trabajo introductorio que concluye además con un ejercicio crítico de su pensamiento en el que se denuncia la parcialidad de los conceptos de racionalidad y causalidad, aspectos más bien derivados y no básicos de la intencionalidad, y el demasiado peso propuesto por Davidson en la racionalidad instrumental, en el proceso de explicación desde la tercera persona en detrimento de la evidencia común de la inmediación de los estados mentales propios.

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